5 de Febrero 2004

Carta Uno.

De todos modos he tratado de imaginar qué sucedería si finalmente lo nuestro no se pudiese arreglar. Es decir, ¿hasta qué punto me quiere todavía, o incluso, hasta qué punto me quiso alguna vez? No quiero ya darle ni una sola oportunidad al autoengaño, que te hace sentir bien tan solo un rato, y después... después sucede algo, cualquier cosa, y te das de morros contra la realidad. O sea, que antes que nada, debo aprender a protegerme de mí misma.

Chéri;
Si supieras que no me hace falta dormirme para soñarte. Si supieras, de veras, que me paso las tardes retrocediendo en el tiempo para cambiar todo lo que pasó, para poder ilusionarme con el hecho de que, tras un tiempo, todo volverá a esa estabilidad de noria que tú y yo teníamos. Y no comprendo cómo he podido tirar la toalla esta vez, si lo único que quiero es estar a tu lado.
Recuerdo hace apenas dos meses nuestro fin de semana juntos en Logroño. Ya sabes qué significó aquello para mí; para mí, que llevaba tres años sin salir de la cárcel asfixiante a la que mis miedos y fantasmas me habían condenado. ¿Cómo crees que puedo mostrarme impasible ahora, cuando has sido la única persona que ha demostrado que puede salvarme? Aunque quizás sea yo quien haya de salvarme. Solamente yo. Y por eso (así quiero pensarlo), me doy tiempo, y te doy tiempo. Y quizás después, una vez que me considere una persona completa sin ti, pueda, de nuevo, hacerte plantear el hecho de que podemos ser dos personas libres, completas, pero unidas por ese lazo invisible que... que aún siento que me tira hacia ti...
Recuerdo Logroño, sí. Y hay algo que aún me ronda la cabeza. Después de mi brusco despertar, me confesaste que me habías mirado mientras dormía. ¿Qué pensaste? ¿Acaso me miraste como un hombre enamorado que, por primera vez, duerme junto a la mujer a la que quiere? ¿Quizás deseaste grabar esa imagen en tu retina y en tu corazón y conservarla allí por siempre? Y por qué ahora me dejas sola, ahora, cuando más te necesito.
A partir de ahora dejo de buscar respuestas en el viento, y comienzo a buscarlas dentro de mí misma.
Te amo, a pesar de que sé que la palabra “amor” se mancha cuando nos atrevemos a pronunciarla.
Por siempre... tu nena.

Escrito por Arielle Victoria a las 5 de Febrero 2004 a las 09:03 AM
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