21 de Abril 2004

Tiempo.

Pasan las horas, los minutos, los días, las semanas... lentos y cíclicos, como una noria chirriante y con el mecanismo roto.
El cenicero sigue lleno de colillas. La noche se ha cansado de mí y ya no me susurra secretos. Hace tiempo que estoy aquí... Tiempo... No recuerdo cuánto.

Os hago frente, miedo maldito, solemne soledad, abúlico aburrimiento, tiempo tremendotormentosotarado y me pregunto si él sigue a mi lado o solamente fue una fantasía onírica o el delirio de una mente enferma y neurótica. Preparo mi arco y mis flechas. Soy una gran tiradora y lo sabéis bien...

Os reto a duelo... Y sé que perderé la vida. Pero no me importa.

Hoy soy una manzana roja y brillante, mañana seré una flor marchita. Un árbol de ramas temblorosas. Una pequeña pieza de porcelana llena de grietas. Un arco iris sin colores.

Una mujer anciana aún preguntándose qué es el tiempo y qué significó todo esto...

Escrito por Arielle Victoria a las 7:25 PM | Comentarios (1)

10 de Abril 2004

Primaeval nightmare.

Se respira por todas partes en este triste, triste lugar desolado el olor de la podredumbre. Como el horror experimentado ante la visión de un pedazo de masa informe, sanguinolenta, corrupta y terrible es el tremebundo aroma del fracaso, capaz de volver locos a los hombres. La sordidez no sólo se percibe o se respira; en este punto puede incluso tocarse.


Allí donde los hombres se deshacen de su lógica como si fuese una maleta demasiado pesada de la que, durante el resto del tiempo, han de responsabilizarse -aunque no lo quieran. Siempre la misma obligación para todos, inevitable y desoladora-, allí, en ese universo paralelo hecho de una materia evanescente que ni siquiera merece el nombre de materia, allí es donde él no deja de aparecerse. ¡No se conforma con haberme robado la vida! ¡Ahora también quiere apropiarse de mis sueños!

Absurdo, mediocre, mezquino. Adorado en otro tiempo, su cara ya ni siquiera es bella. No siento nada al verla salvo, tal vez, tristeza. Pero se trata de una tristeza por un pasado que no llegó a madurar. No hunde, en ningún caso, sus raíces en el presente y mucho menos en el futuro. Ese horror queda confinado en el estrecho margen de estas noches en las que el calor apenas me deja dormir. Como un hombre de manos sucias encerrado en una habitación, como un borracho que se tambalea por las calles, apenas consciente de su propio cuerpo, como un prisionero cuyas ilusiones destruyeron, una por una, a fuerza de latigazos, camina, algo desorientado entre brumas oníricas, ese ser mitad hombre mitad monstruo, mitad dios de fuego mitad muñeco de paja, con la cara sucia como un niño y los labios sangrantes a causa de haber pronunciado todas esas palabras que cortan como cuchillos.


Y a pesar del calor una siente frío.


Y súbitamente se alza ella, espléndida, como una diosa de hielo. Facciones de estatua apenas esculpidas, la belleza de la perfección, la palidez de esa especie de mármol transparente. Hermosa... La imposibilidad de cualquier movimiento, gestos inexistentes, unos brazos que luchan por alzarse contra el cielo. La inmovilidad como único hogar. Paralizada... La desesperación que acentúa su dureza a pesar del miedo, a pesar de los terremotos, a prueba de orgasmos y borracheras, protegida, como siempre, bajo un árbol durante la tormenta. Languidez...


Un solo gesto y todo habrá acabado, pero ella no puede moverse. Él extiende los brazos como un poeta ciego, que reconoce la belleza en la oscuridad. Busca sus labios, sus pechos, la impenetrabilidad de su sexo, y se aferra a su deseo de posesión. Los hombres desean poseer, poseer, poseer... su ambición no tiene límites. Poseer... se les llena la boca y les tiembla la sangre... Poseer un cuerpo, una mirada, una vida... poseer lo Absoluto y lo Múltiple, el Uno y lo Relativo. Lucha, cae al suelo, se arrastra por toda la caverna... el suelo como último refugio, los brazos extendidos siempre, como si no temiera a la muerte. ¡Qué absurdo deseo el suyo! Un dios apaleado que ha descendido a los abismos de los humanos. ¡Más abajo, más abajo! Se arrastra por cuevas subterráneas donde, a partir de la nada, ha surgido la fascinante visión. Hermosa, paralizada, languidez... Y ella, en su inmovilidad, ríe maliciosamente ante la certeza de saberse inalcanzable. Todos la complacen y a nadie desea complacer. Los gritos de horror no le asustan, los gruñidos de admiración -pues nadie allí puede articular palabras- no le conmueven. Una reina perfecta entrenada para la guerra. Una diosa de sonrisa congelada que estallaría en carcajadas, si pudiese, ante sus devotos, ante sus fieles devotos, ante aquellos que, como el dios destronado que se arrastra ante ella, intentan aprehender su belleza y poseerla...


Un solo gesto y todo habrá acabado, pero yo estoy atrapada en este sueño. Estoy alerta. Hiperconsciente. Estoy lejos, lejos de la mirada -terrible- de ella y lejos de los brazos -implorantes- de él. Pero puedo verlo todo desde aquí. Soy yo la que les sueña. (¿Qué haré cuando la diosa se desvanezca, cómo podré soportar la visión de ese dios -un día fue tan, tan bello- transformado en un pedazo de masa informe, sanguinolenta, corrupta, terrible...?) Alerta e hiperconsciente, busco la manera de abortar este sueño plagado de realidades. ¡Que pare, que pare! ¡Dejad de atormentarme! Oh, si tan solo un grito pudiese salvarme, si tan solo un gesto...


... todo habrá acabado...

Escrito por Arielle Victoria a las 12:06 AM | Comentarios (0)